La reina Ana, inmortalizada en 'Los tres mosqueteros', nació en Valladolid

 

*Imagen generada con IA


¿Sabías que la reina Ana de Los tres mosqueretos era 'pucelana'? ¡El personaje inmortalizado en la literatura y el cine no podía ser más real ni más vallisoletano! Su majestad nació en el Palacio Real y fue bautizada en la iglesia de San Pablo. 

Ana Mauricia de Austria, quien ha quedado inmortalizada en la literatura como la Reina Ana de Francia, es una figura histórica que sigue siendo reconocida, especialmente gracias a su aparición en las novelas de Alejandro Dumas, Los Tres Mosqueteros. En estas obras, se la presenta como la mujer noble y decidida que es defendida por los famosos mosqueteros, pero pocos saben que la bella y orgullosa reina, tal como la describe Dumas, nació en Valladolid, una ciudad que marcó los primeros años de su vida.

Infancia en Valladolid

Ana de Austria nació el 22 de septiembre de 1601 en Valladolid, hija de Felipe III y Margarita de Austria. Su nacimiento en esta ciudad la conecta con una de las casas reales más poderosas de Europa, ya que su linaje se remontaba a los Reyes Católicos y, por parte materna, a la familia Habsburgo, descendiendo del emperador Fernando I. Se cree que su nacimiento tuvo lugar en el Palacio Real de Valladolid, situado en lo que hoy conocemos como la plaza de San Pablo, aunque algunos autores sugieren que podría haber nacido en el Palacio de los Condes de Benavente debido a posibles trabajos de construcción en el palacio real.

El bautizo de la infanta fue un evento destacado en la vida social de la ciudad, y tuvo lugar en la Iglesia de San Pablo, un acto que atrajo a cardenales de alto rango, nobles y diplomáticos de diversas partes de Europa, como el duque de Parma y el embajador de Venecia. La ceremonia fue tan ostentosa que se construyó un pasadizo de madera cubierto para que la infanta y su comitiva llegaran al templo, mientras que el suelo de la capilla estaba cubierto por ricas almohadas y adornado con objetos de lujo, como una pila y un brasero de plata. Tras este evento, la infanta vivió en Valladolid hasta 1606, cuando Felipe III decidió trasladar la Corte a Madrid.

Reina de Francia

El destino de Ana de Austria, al igual que el de muchas otras princesas de la época, fue sellado por un matrimonio de conveniencia. A los 14 años, casó con Luis XIII de Francia, el delfín de Francia. Este matrimonio, como era habitual en las alianzas dinásticas, no fue feliz. Ana se vio desplazada en una corte extranjera, rodeada de desdén tanto por parte de su esposo como de la reina madre, María de Médici, que intentaba controlar la corte y el poder sobre su hijo. A pesar de su sufrimiento personal, Ana se mantuvo firme y soportó el peso de la intriga cortesana y las dificultades matrimoniales.

La relación con su hermano Felipe IV de España también fue objeto de especulación y hostilidad en la corte, y estuvo a punto de ser acusada de traición por los rumores sobre su cercanía con él. Sin embargo, su posición se fortaleció con el nacimiento de Luis XIV, el futuro rey de Francia, lo que le permitió mantener su influencia y su poder en la corte.

A la muerte de Luis XIII, Ana, a pesar de las disposiciones testamentarias de su esposo que intentaban limitar su poder, logró hacerse con la regencia de Francia durante la minoría de edad de su hijo, Luis XIV. Durante estos años, Ana ejerció una gran influencia en los asuntos políticos del reino, siempre luchando contra los intentos de control del cardenal Richelieu y las dificultades internas de la corte.

Últimos años y muerte

Ana de Austria se retiró de la vida política tras la mayoría de edad de su hijo, Luis XIV, y se retiró al castillo de Val-de-Grâce, apartada de los círculos de poder. Vivió sus últimos años en este retiro hasta que falleció en 1666 en París, víctima de un cáncer de mama, uno de los primeros casos documentados en la historia.

En Los Tres Mosqueteros

Alejandro Dumas presenta a Ana de Austria en Los Tres Mosqueteros como una mujer noble, pero marcada por la adversidad. Dumas describe su belleza y majestuosidad, resaltando su caminar como el de una reina o incluso como el de una diosa, y sus ojos, que "despedían reflejos de esmeralda". Además de su belleza, Dumas también refleja la tensión y los conflictos que enfrentó la reina en su vida, marcada por la desconfianza de su marido y las intrigas del cardenal Richelieu, lo que le generaba persecuciones y le impedía encontrar aliados de confianza.

A lo largo de la novela, se menciona cómo la reina vivió una existencia rodeada de desgracia, perdiendo a aquellos que confiaban en ella y siendo objeto de persecución. Dumas crea una figura de una mujer que, a pesar de sus dificultades, mantiene una dignidad real y la majestuosidad que le corresponde por su linaje y posición.

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