Mercado del Val: el mercado más antiguo de Valladolid con alma del siglo XXI

 

 

¿Sabías que Valladolid tuvo tres grandes mercados?  Así es: el desarrollo impulsado, en buena parte, por la llegada del ferrocarril a la ciudad, se tradujo (entre otros muchos factores) en estas tres grandes construcciones: los mercados del Val, del Campillo de San Andrés y de Portugalete. De los tres, solo sobrevive el primero. 

En pleno centro de Valladolid, junto a la iglesia de San Benito el Real, se alza uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad: el Mercado del Val. Con más de 135 años de historia, este mercado no solo es el más antiguo que se conserva en la capital vallisoletana, sino también el primero en transformarse en un mercado bioclimático y sostenible.

Inspirado en Les Halles de París, fue construido entre 1878 y 1882, durante la alcaldía de Miguel Íscar Juárez, con proyecto del arquitecto Joaquín Ruiz Sierra. Su estructura metálica, de estilo industrial, fue pionera en la arquitectura del hierro, incorporando el innovador sistema Polonceau, muy popular en Europa en aquel momento. Su diseño original incluía una espectacular cúpula central de casi 22 metros de altura que, por problemas estructurales, fue desmontada en 1900.

A lo largo del tiempo, el Val ha vivido varias reformas. La más importante hasta el siglo XX tuvo lugar en 1982, con una restauración integral de su estructura y servicios. Pero la verdadera revolución llegó en 2014, cuando el mercado se cerró temporalmente para someterse a una profunda transformación, enmarcada en el proyecto europeo CommONEnergy.

Gracias a esta ambiciosa renovación, el Mercado del Val se convirtió en un referente nacional en eficiencia energética: energía geotérmica, fachadas adaptables al clima, materiales autolimpiables y sistemas inteligentes de gestión energética permiten reducir su consumo hasta un 75%. Todo ello, sin renunciar a su esencia original ni a su estética histórica.

Reabierto en noviembre de 2016, el mercado luce ahora un interior más luminoso y moderno, gracias a las grandes cristaleras que sustituyen al antiguo ladrillo, conservando detalles geométricos que rinden homenaje a su pasado.

El Mercado del Val es hoy el mejor ejemplo de cómo tradición e innovación pueden convivir bajo el mismo techo. Un lugar donde hacer la compra se convierte en una experiencia que combina historia, sostenibilidad y vida de barrio.

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